sábado, 14 de mayo de 2011

La rosa púrpura del Cairo


Woody Allen 1985

Si tuvieras la oportunidad de vivir dentro de una película con un apuesto personaje en un mundo despreocupado  lleno de riquezas y abandonar el mundo real con todo lo que implica ¿lo harías?. Esta es la extraña situación que se le presenta a Cecilia quien acaba de perder su trabajo en una época de pobreza, que tiene un marido holgazán al que mantener y la única fuga de sus problemas es ir una y otra vez al cine.

Es un metafilm que trata sobre la vida en la Gran depresión anterior a la Segunda Guerra Mundial;  mezcla la historia principal de Cecilia y Tom Baxter con la vida de la película que está exhibiéndose en el cine. Se pueden ver los contrastes entre los dos escenarios. El ambiente de pobreza en que se encuentra la sociedad se hace evidente por los vestuarios de los personajes, el estilo de vivienda  y las referencias que los personajes hacen varias veces a la falta de dinero; mientras que los personajes viviendo dentro de la película están en la opulencia, tienen sirvientes y siempre van al Copacabana, un club de primera clase.

Para separar los dos planos Woody Allen se valió de un recurso muy sencillo, usa tomas en color en el plano de  la “vida real” y para la “vida de la película” usa blancos y negros, es raro que haga cortes directos entre estos dos planos, la gran mayoría de las veces estos se entrelazan mostrando al mismo tiempo vida real y película. Estos cambios se mantienen durante toda la película pero son fáciles de entender para el espectador y no causan la menor confusión o problema.

La separación a blanco y negro aumenta más la lejanía entre lo que es “la realidad” y “la vida soñada.” Las riquezas y el mundo ideal son fantasiosos e incluso llegan a ser hasta irónicos y risibles ya que el dinero que usan los exuberantes personajes, no sirve en la vida real, es sólo dinero de escenografía y la champaña que beben en su exclusivo club es solamente refresco; incluso dentro de la película es una riqueza ficticia.

Al final de esta película, Woody Allen nos deja con un sentimiento de nostalgia. Emociona al espectador y lo hace soñar como si esta historia de amor se tratara de un cuento de hadas, pero de un momento a otro lo hace poner los pies en la tierra recordándole que vida real puede ser un poco cruel. Quizás el espectador se moleste un poco por el final inesperado, pero definitivamente es una película que debe verse, porque después de todo es una linda historia llena de romance, comedia y humor blanco, lo que la hace apta para toda la familia.

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